"Si un alumno acusa, se revela a
él mismo como acusador, revela al acosador, a todo el curso que sabía, al
colegio que hizo la vista gorda. Para qué decir los profesores: si hay matoneo
(bullying), los profesores lo saben", afirma.
¿Por qué los profesores no hacen
nada?
Porque saben que no encontrarán apoyo
institucional, una respuesta de parte del colegio. Un profesor que hace una
denuncia puede dañar la imagen del colegio en el que trabaja, y poner en
peligro su fuente de trabajo. En ese sentido, él mismo puede tratar de arreglar
el problema en menor escala. Puede quedar en una posición compleja. Hay que
romper con lo que llamamos 'silencio cómplice' porque están todos involucrados,
desde el portero hasta la dirección del colegio y la familia.
¿Está de acuerdo con la expulsión de
los agresores?
A mí no me gusta echar al niño
acosador, porque si se busca el trastorno que sufre y que está perjudicando su
desarrollo, y se trata, se le debe permitir seguir. Además, ese niño puede
llegar a un colegio más riesgoso, y juntarse con otros más violentos.
¿Qué pasa con el agredido?
Queda desarraigado de su mundo, el
mundo que él pensaba era amable, feliz, cariñoso, se vuelve ajeno, desconocido,
agresivo. Se socava, entonces, su sentido de seguridad, confianza y esperanza en
él mismo y en los demás. Pierde libertad para desarrollar su propio mundo y
todas sus capacidades.
¿Cómo se reconocen?
Son niños sensibles, callados,
inseguros y tienen una baja autoestima. El que sufre de matoneo siempre tiene
un problema, por muy pequeño que sea: Por ejemplo, son demasiado maduros y no
tienen los mismos intereses de otros de su edad, lo que los hace extraños
frente a sus pares.
Los niños con déficit de atención
muchas veces hacen matoneo porque son impulsivos, pero también pueden ser víctimas,
porque molestan a los demás y la respuesta sobre ellos puede llegar a ser
violenta y sistemática. También los alumnos nuevos están en riesgo. Por esta
razón, no es bueno de por sí cambiar a un niño de colegio.
¿Cómo se puede prevenir?
Los profesores deberían tener
identificados a quienes tienen riesgo de ser agredidos. Hay que trabajar con
ellos, con los más tímidos. Por otro lado, tienen que focalizar a los niños
agresivos y enfocarse con ellos en el control de la impulsividad, en su
capacidad de ponerse en el lugar del otro, de sentir lo que el otro siente,
para prevenir.
¿Cuándo hay que sacar a un hijo del
colegio?
Cuando el niño dice que ya no soporta
más. Él sabe, hay que escucharlo. Si se quiere ir, yo recomiendo que lo saquen,
pero antes hay que evaluarlo porque puede tener un problema que no ha sido
detectado y volver a sufrir matoneo en el otro colegio. Ahí existe otro
problema: quien lo ha sufrido tiene más probabilidades de sufrirlo otra vez.
¿Cuándo deberían comenzar con los
programas de prevención?
Desde el jardín infantil hasta noveno
grado. El problema, para mí, es que la mayoría de los programas que se
instauran en los colegios están centrados en la educación emocional y social, y
dejan de lado la educación ética y moral, que es la que finalmente les enseña
lo que es bueno y lo que es malo, los valores. Hoy se sabe que desde el primer
año de vida comienzan a formar su mundo ético y moral. Cuando al niño se le
dice "no le hagas daño" o "no hagas lo que no te gustaría que te
hicieran", se le está educando y favoreciendo el desarrollo cognitivo
moral de la voluntad y el control de sus comportamientos.
El perfil de los agresores
Los acosadores son niños con una
fuerte necesidad de poder, de dominar a sus compañeros y salirse con la suya.
Sienten cierta hostilidad hacia su entorno, buscan prestigio a través de la
agresión, no tienen solidaridad frente a los victimizados, son desafiantes,
agresivos frente a los padres, profesores y adultos; son más fuertes que los de
su edad y, a veces realizan actos antisociales. Para Canals, a la luz de su
experiencia clínica, para que asuman el papel de agresores "siempre se
necesita una perturbación en su desarrollo cognitivo-afectivo-amoroso, en su
desarrollo familiar-social y en su desarrollo moral que, además, tiene un
sustrato biológico".
Programas preventivos
Canales asegura que el principal
factor de riesgo es no tener un programa de prevención. Pero este debe ser
parte de uno general contra la violencia, y contar con la participación
completa de la comunidad escolar: educadores, alumnos y apoderados a la vez.
Para poder realizar un plan preventivo, lo primero es reconocer el problema,
romper el 'silencio cómplice', y darle un sentido de urgencia a la solución.
Debería ser como un sello de calidad de los colegios. Así, los padres podrían
evaluar el colegio donde van a meter a sus hijos según la existencia de este
plan.
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